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This title is printed to order. This book may have been self-published. If so, we cannot guarantee the quality of the content. In the main most books will have gone through the editing process however some may not. We therefore suggest that you be aware of this before ordering this book. If in doubt check either the author or publisher’s details as we are unable to accept any returns unless they are faulty. Please contact us if you have any questions.
No me deprimo porque no tengo tiempo para ello, es tan vacuo como decir que no padezco de c ncer porque soy m dico. Melancol a, tristeza, depresi n, confusos e indefinibles t rminos que pueden significar o no lo mismo, sin ser tangible no por ello deja de ser una condici n real y sensible para quienes al nacer tuvieron la suerte de traerla en sus c lulas, dentro de la cabeza, en su esp ritu, alma, o como se le quiera llamar. Esa especial condici n gen tica es la que hace ver al mundo que nos rodea de una manera distinta al resto de los mortales. Es probable que las vivencias propias -seg n hayan sido buenas o malas- determinen en algo la graduaci n de un estado depresivo, pero resulta ins lito que un hecho que suponga alegr a para la mayor a de los seres humanos, ocasione llanto y dolor en otras. Caso contrario, un suceso traum tico que para muchos pasa desapercibido o sin valor ante determinados individuos. He all el dilema: para los ne fitos y tartufos que pululan por miles en nuestro vasto planeta es f cil creer en algo que no ven y no creer en algo que es visible; tal criterio los hace refractarios, totalmente impenetrables a la hora de entender el extra o universo de los deprimidos.
Asegurar que el mundo est lleno de cosas maravillosas ya hechas y miles por hacer o que debemos ocuparnos f sica y mentalmente hasta el agotamiento, mantener una actitud positiva ante la cantidad de situaciones diarias que nos lastiman y abruman profundamente, hacer el bien al pr jimo, creer en Dios, tener fe y ser agradecido, para poder disfrutar de la cuota de felicidad que nos pertenece por mandato divino sin caer en estados depresivos, me parece absurdo. Sin ser creyente prefiero aceptar al G nesis cuando se ala que por obedecer la voz de la mujer y comer del rbol prohibido, maldita ser la tierra por tu causa; con dolor comer s de ella todos los d as de tu vida, espinos y cardos te producir ; con el sudor de tu rostro comer s el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado. En ello consiste el vivir. El perd n de los pecados en nada ha mejorado el c rculo vivencial de los desquiciados mentales.
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No me deprimo porque no tengo tiempo para ello, es tan vacuo como decir que no padezco de c ncer porque soy m dico. Melancol a, tristeza, depresi n, confusos e indefinibles t rminos que pueden significar o no lo mismo, sin ser tangible no por ello deja de ser una condici n real y sensible para quienes al nacer tuvieron la suerte de traerla en sus c lulas, dentro de la cabeza, en su esp ritu, alma, o como se le quiera llamar. Esa especial condici n gen tica es la que hace ver al mundo que nos rodea de una manera distinta al resto de los mortales. Es probable que las vivencias propias -seg n hayan sido buenas o malas- determinen en algo la graduaci n de un estado depresivo, pero resulta ins lito que un hecho que suponga alegr a para la mayor a de los seres humanos, ocasione llanto y dolor en otras. Caso contrario, un suceso traum tico que para muchos pasa desapercibido o sin valor ante determinados individuos. He all el dilema: para los ne fitos y tartufos que pululan por miles en nuestro vasto planeta es f cil creer en algo que no ven y no creer en algo que es visible; tal criterio los hace refractarios, totalmente impenetrables a la hora de entender el extra o universo de los deprimidos.
Asegurar que el mundo est lleno de cosas maravillosas ya hechas y miles por hacer o que debemos ocuparnos f sica y mentalmente hasta el agotamiento, mantener una actitud positiva ante la cantidad de situaciones diarias que nos lastiman y abruman profundamente, hacer el bien al pr jimo, creer en Dios, tener fe y ser agradecido, para poder disfrutar de la cuota de felicidad que nos pertenece por mandato divino sin caer en estados depresivos, me parece absurdo. Sin ser creyente prefiero aceptar al G nesis cuando se ala que por obedecer la voz de la mujer y comer del rbol prohibido, maldita ser la tierra por tu causa; con dolor comer s de ella todos los d as de tu vida, espinos y cardos te producir ; con el sudor de tu rostro comer s el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado. En ello consiste el vivir. El perd n de los pecados en nada ha mejorado el c rculo vivencial de los desquiciados mentales.