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La historia concreta comienza una clara y fresca ma ana de primavera, el sol comienza a despuntar y el aire huele a arcoiris. Edward camina pausadamente por su amada campi a galesa. Hace tiempo que un impulso irrefrenable le lleva cada ma ana a los prados verdes de su tierra natal. Ese mismo impulso que le hizo transitar desde los m s s lidos conocimientos de la ciencia hipocr tica hasta los sutiles matices de la sabidur a paracelsiana. No se recuerda bien si deambulaba por un lecho de mostazas o si fue la impaciencia o la rosa silvestre las causantes de su rel mpago interno, pero en ese amanecer Edward contempl el prodigio que desde su silencio realiza la naturaleza todos los d as. Sinti la alquimia de los cuatro elementos al deslumbrarle una gota de roc o depositada en el p talo de una flor inundada de sol; y ya nada fue igual.
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La historia concreta comienza una clara y fresca ma ana de primavera, el sol comienza a despuntar y el aire huele a arcoiris. Edward camina pausadamente por su amada campi a galesa. Hace tiempo que un impulso irrefrenable le lleva cada ma ana a los prados verdes de su tierra natal. Ese mismo impulso que le hizo transitar desde los m s s lidos conocimientos de la ciencia hipocr tica hasta los sutiles matices de la sabidur a paracelsiana. No se recuerda bien si deambulaba por un lecho de mostazas o si fue la impaciencia o la rosa silvestre las causantes de su rel mpago interno, pero en ese amanecer Edward contempl el prodigio que desde su silencio realiza la naturaleza todos los d as. Sinti la alquimia de los cuatro elementos al deslumbrarle una gota de roc o depositada en el p talo de una flor inundada de sol; y ya nada fue igual.