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Manuel Adri n L pez camina por la poes a atajando las im genes que deben surgir desde el urbanismo ansioso y vertiginoso de la ciudad de Nueva York. La gran metr poli, como un personaje que conmueve y contrar a a la voz po tica. Y junto con ella, una segunda persona que pasa revista por todos los poemas de este libro y que se ve aligerada en la sensibilidad ah ta de dolor y b squeda. La fuerza urbana de L pez y de su interlocutor -su actuante po tico- asumen una empresa po tica de la que no hay forma de dudar de su calidad l rica y con la que se dignifica la voz, cada vez m s firme y potente, de este poeta. Sin que este libro pretenda ser un diario, Los d as de Ellwood son las razones que conllevan a su autor a despojarse de todas las m scaras, a darle a la ciudad y a su cosmopolitismo una fuerza l quida y desnuda que atraviesa cualquier significado desde sus m s espl ndidos significantes. En este libro se demuestra que la experiencia puede ser una forma de presentar la universalidad sin derecho a que un poema se pertenezca solamente a su autor. Los lectores somos los que caminamos por los d as de este poemario con toda la fuerza, la brutalidad y la aceptaci n del dolor. O como dir a el cantautor catal n Joan Manuel Serrat: Nunca es triste la verdad/ lo que no tiene es remedio. Xavier Oquendo Troncoso
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Manuel Adri n L pez camina por la poes a atajando las im genes que deben surgir desde el urbanismo ansioso y vertiginoso de la ciudad de Nueva York. La gran metr poli, como un personaje que conmueve y contrar a a la voz po tica. Y junto con ella, una segunda persona que pasa revista por todos los poemas de este libro y que se ve aligerada en la sensibilidad ah ta de dolor y b squeda. La fuerza urbana de L pez y de su interlocutor -su actuante po tico- asumen una empresa po tica de la que no hay forma de dudar de su calidad l rica y con la que se dignifica la voz, cada vez m s firme y potente, de este poeta. Sin que este libro pretenda ser un diario, Los d as de Ellwood son las razones que conllevan a su autor a despojarse de todas las m scaras, a darle a la ciudad y a su cosmopolitismo una fuerza l quida y desnuda que atraviesa cualquier significado desde sus m s espl ndidos significantes. En este libro se demuestra que la experiencia puede ser una forma de presentar la universalidad sin derecho a que un poema se pertenezca solamente a su autor. Los lectores somos los que caminamos por los d as de este poemario con toda la fuerza, la brutalidad y la aceptaci n del dolor. O como dir a el cantautor catal n Joan Manuel Serrat: Nunca es triste la verdad/ lo que no tiene es remedio. Xavier Oquendo Troncoso